Es difícil no ser cursi o empalagoso cuando se habla de la pasión. Es que este espacio nace no sólo de las ganas de hacer algo, sino de una pasión por la música despertada por los Beatles y que pretendemos al fin explotar aquí, de hacerla libre. Será por la banda, por cada uno de ellos y lo que los rodea. Porque acá no sólo se leerán y oirán loas, rarezas, historias, chismes, banalidades en torno a la banda más popular de historia, sino que todas las ramas que ayudaron forjaron. Por ello nuestra intención raya en el infinito, por ello no hay límites y nos sentamos en un universo inabarcable y siempre expandiéndose.
No nos estancaremos en el romanticismo fácil, latero, ni partiremos este primer blog citando la harto manoseada frase con que finaliza The End o alguna buena cita de Across the universe como darnos de místicos que y que tenemos propósitos mitificantes. Porque para nosotros esta pasión no se emparienta con romanticismos fáciles, sino sólo con la alegría por compartir esa misma pasión.
Por eso mismo Desmond y Molly Jones son nuestros estandartes, esos personajes de esa canción tan pegajosa y rítmicamente empalagosa que ni ellos mismos la aguantaban mientras la grababan, era Ob-la-di Ob-la-da. Porque para nosotros lo que la música de los Beatles, o el rock más bien, nos dicen es que una canción claro que no cambia un mundo que camina al despeñadero, pero quizás en esos tres minutos sentimos una certeza de que todo puede ser posible.
Así, con una melodía imparable en la cabeza diciendo “que la vida continúa…”.
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